jueves, 8 de enero de 2009

Lectura: Colosenses 3:1-3.
Por Vladimir Orellana Cárcamo.
Domingo 10 de agosto de 2008.


No cabe duda que la conversión a Cristo, produce en las personas una nueva forma de ver y sentir la vida. Antes de experimentar el encuentro personal con Jesús, nuestra motivación se centraba, primordialmente, en intereses terrenales. Nos preocupábamos por la satisfacción de las necesidades del día a día. Sin embargo, a muchos de nosotros en la actualidad, a pesar de haber entregado nuestra confianza en el Señor, todavía seguimos buscando soluciones a los problemas a través de esfuerzos humanos.

Similar actitud mantenían los creyentes de Colosas, quienes en sus primeros días de fe en Jesús, no lograban despojarse de sus antiguos pensamientos influenciados por tradiciones y creencias paganas. Pablo, desde una inhóspita cárcel romana, exhorta con autoridad apostólica a los colosenses: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col.3:1).

Con relación a lo antes expuesto, es pertinente señalar que el mensaje de la Biblia no se limita a un lugar o momento histórico determinado; por lo cual su contenido no es patrimonio para una raza o cultura en especial. Por consiguiente, podemos afirmar que las palabras escritas por el apóstol Pablo, también están dirigidas a la comunidad cristiana de El Salvador. No debemos olvidar que Pablo anheló, que el evangelio a través de su voz y de su pluma, alcanzará también a los pueblos gentiles, es decir, a los no judíos.

Por tanto la referencia bíblica que sustenta la presente reflexión, debe de propiciar un alto en el camino para que valoremos la importancia de la nueva vida que se logra después de haber recibido a Cristo como Señor y Salvador. “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” nos aconseja Pablo, a nosotros, creyentes que muchas veces en medio de las aflicciones del “diario vivir”, corremos al banco a solicitar un préstamo, o apresurados llegamos al hospital en busca de salud, olvidando que nuestro Padre Celestial es nuestro proveedor y nuestro médico por excelencia.

Ver a “las cosas de arriba”, no significa que los cristianos debemos volvernos despreocupados ante nuestro compromiso con la sociedad. Tampoco implica que sólo estaremos esperando que todo nos venga de lo alto. ¡De ninguna manera!, depositar nuestra atención en los asuntos del cielo, conlleva a que como creyentes debemos asumir responsabilidades laborales, estudiantiles, comerciales, etc, pero tendremos que priorizar las cosas espirituales antes que las materiales. (Mateo 6:31-34).

Pero ¿Por qué procura Pablo convencernos a fijar nuestra confianza en las promesas celestiales y no en las promesas del mundo? La respuesta la encontramos en la misma declaración del apóstol de los gentiles:” …porque habéis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” ( Col.3:3). ¿En qué hemos muerto? En nuestra vieja naturaleza pecaminosa (Rom.6:2), pero también hemos resucitado con Cristo y hemos adquirido una nueva vida. La nueva vida en Cristo produce una nueva visión sobre la existencia humana. Lo anterior lo podemos resumir diciendo: si nos hemos entregado de manera sincera al Señor, es obvio, que nuestra prioridad ante todo será Cristo “porque al Padre agradó que en él habitara toda la plenitud” proclama Pablo en un bello cántico al inicio de su epístola a la iglesia en Colosas (Col.1:19).

Ciertamente, en Cristo “habita la plenitud”, es decir: la abundancia, la integridad, la bendición, por consiguiente, tenemos que alzar la mirada de nuestra fe en sus promesas. Además, Pablo nos recuerda que nuestra “vida está escondida con Cristo en Dios” ¡Qué afirmación tan alentadora!. Ya es tiempo que vivamos de acuerdo a los valores del reino de Dios. Libre de ansiedades, de temores y preocupación por los problemas. Leamos la Palabra, esforcémonos por vivirla en nuestra cotidianidad. Si lo hacemos la recompensa será grande, ya lo dijo Jesús: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis y os será hecho” (Juan 15:17).